A tiempo de huir

Un domingo muy domingo. Incluso está lloviendo. Hay un café ardiendo encima de la mesa y un dolor terrible entre estas cuatro paredes. Es hora de poner punto y final, de dejar de cometer el mismo error, de olvidar que lo he vuelto a hacer y que está siendo mucho peor de llevar que la última vez que perdí las maneras. 

Hoy también es domingo de nostalgia, nostalgia de cuando todo era mucho más fácil o quizá menos complicado, cuando todavía pensaba que estábamos aquí por algo, cuando creer en el destino me tenía convencida de que eras la recompensa por tanto daño. 

Estoy cansada, quiero despedirme y no sé cómo. Por primera vez quiero ser yo la que se vaya para no dejar que vuelva a golpearme el deseo de pensar que esta vez es diferente. Me he prestado a un juego en el que pierdo cada vez que te vas, en el que no he sido capaz de ganar ni una vez. Por eso ya no hablo de ganar si no se trata de ganar por estar contigo, de que creas que ganas al volver a mí.  

Sé que soy una carta más de la inmensa baraja que cargas contigo, una más entre un millón. No pienses que soy idiota, pero trataba de ser la diferente. Pero ya no. Esta tristeza indica que algo va mal.

Menos mal. Estoy a tiempo de huir. 

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