Una persona a la que salvar

Estoy acostumbrada a que no te importe si, en vez de naufragar, pierdo el Norte y nunca más encuentro tierra. A veces, deseo hundirme para que vengas a por mí. A veces, me gusta pensar que vendrías si fueras la única persona capaz de rescatarme. Luego me doy cuenta de que el mundo es demasiado grande como para que tú hayas encontrado en mí una persona a la que salvar. 

La verdad es que echo de menos a la persona que creí que eras, al valiente héroe que comentan que eres, pero, a estas alturas, no sé si lo mío contigo tiene más de frío o de fragilidad, de sentirme a salvo entre los brazos de una persona que no tuvo que abrazarme para hacerme sentir que seguir con vida entre todo este caos solo era cuestión de actitud. Y de miradas que se cruzan en medio de la nada y se lo dicen todo.

Me reinventaba en tu sonrisa, encontrando nuevos motivos por lo que seguir siendo yo. Contigo no existía el miedo a sentir que el mundo caía por su propio peso. Me aferraba a la seguridad que suponía que me estuvieses cambiando la vida, a la fuerza que me proporcionaba volver a sentir que quería conquistar el mundo después de meses dejando que me conquistaran a mí.

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