Servirnos de ayuda

Aunque eres más ideas que realidad, siento tu aliento en mi cuello, como si fuera ayer cuando jugábamos a servirnos de ayuda, de salida de emergencia, de desconexión de la rutina. Y me muero de ganas por decirle a la realidad que me azota que, esta vez, es ella la que se estaba equivocando.

Porque yo apuesto por ti, aunque no te importe estar rompiéndome un poco. Y apuesto por ti desde el primer día en el que apareciste, vacilante, a salvarme del momento; hasta conseguir rescatarme del desastre, del dolor, del no merecido karma impulsado por el efecto boomerang que venía a devolverme algo que yo jamás haría.

Más tarde, le sonreí al karma y pasé a diferenciarlo del malo porque te vi ahí, como si fueras el único tren entre un millón que quisiera coger... como si, por primera vez, lo que me importara más que el destino fuera el viaje. 

Y aunque no soy lo suficientemente estúpida como para pensar que volverás, me declaro culpable por pensar que sería suficiente para hacerte cambiar la manera de ver el desastre hasta tentarte a arriesgarte. 

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