Eternamente indispensables


Estoy en el límite que separa la nostalgia del amor propio, echándome de menos a mí cuando creía ser libre entre tus brazos y la verdadera libertad en la que no recuerdo el tacto de tus ásperas manos arañándome la piel; en donde solo me quiero a mí, solo a mí, sin espacio para nadie que venga pidiendo tiempo de prestado hasta acabar en deuda conmigo.

Yo ya siento cómo, el único pedacito de ti que aún se acordaba de mi sonrisa, empieza a buscar nuevas risas que sacar a bailar. Y es tan doloroso como necesario, lo de rellenar el vacío hasta conseguir arreglar lo roto.

No sé que será de mi el día en el que me atreva a lidiar con mi soledad, pero tampoco me imagino cómo vas a sentirte tú el día en el que ya nadie escriba sobre ti, ni sobre el lugar poco común de alguno de tus lunares.

Yo voy a salir de esta porque no es la primera vez que me destruyen, pero a ti no sé cuántas veces te han pedido que te quedes, cuantas veces te han rogado un último rato de susurros y mordiscos totalmente pertinentes en todas las partes de tu cuerpo.

Las cosas se acaban, pero somos tan sumamente egocéntricos que pensamos que seremos eternamente indispensables en la vida de otro que, finalmente, va a olvidarnos también. 

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