Cómo sobrevivir a ti

Ojalá algún día puedas entender que yo no soy así y que si terminé dándote la peor versión de mi fue por temor a que te enamoraras de mi. Ojalá no me culpes por aprender a guardar distancias, por tener miedo de que las cosas salieran bien por una vez en mi vida, por mantenerte anclado a mi piel con las mismas fuerzas del primer día a pesar de que mi aliento no alimentara tus ganas de seguir prestándome tu tiempo. Ojalá existieran suficientes canciones de amor capaces de explicar que a veces el camino se bifurca y que hay que seguir caminando, aunque eso implique hacerlo solo. Ojalá entendieras que tanto mal humor acabó haciéndose pedazos en un pecho cansado de sentir y de hacerse coraza ante el mejor descubrimiento de su vida. Ojalá te des cuenta de que me he hecho tanto daño reteniéndome que ahora te me escapas de las manos y te me quedas más grande, si cabe, que el primer día que apareciste en mi vida corazón en mano, dispuesto a servirlo en plato frío.

Ojalá no solo tú lo entendieras, ojalá lo entendieran los que en vez de ofrecer ayuda, coartaron mi libertad y mis ganas, haciendo de mi vida poco más que una tragedia, alejándome y arrinconándome como a un mueble viejo en la esquina de un salón a la que no alcanza la vista. Ahora, aparte de ser un poco más mía de lo que era antes, también soy más distante y peco de pesimista mucho más de lo que antes solía hacer. 

No sé si eres un premio o una lección y no sé cómo llegaste a parar al sitio más recóndito de mi vida, entrelazándote entre mis planes, destruyendo otros tantos, haciéndome dudar tanto como me has hecho dudar, siendo pregunta y respuesta, premio y castigo, alegría y pena, con todo lo que eso conlleva. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario