As de corazones

A veces, asumir la altura del precipicio es más valiente que saltar sin conocer las consecuencias, a veces, se necesita mucho más coraje para poner los puntos sobre las 'íes' que para dejar un par de ellos al final de una frase sin sentido como diciendo ''ahí va, reconstruye el significado como puedas''.

Es cierto eso de que al pecador le da igual el cielo porque solo ha conocido el infierno, pero nadie habla de cómo el cielo gris ha hecho convertir cenizas aquellas historias que tan sólo acaban de empezar. 
Sin embargo, a mi me asusta la lluvia, la lluvia de ciertas pestañas y los relámpagos de aquellos ojos que nunca quisieron vernos llorar, el tormento de los que trataron nuestra piel con el mejor de los cuidados y depositaron en nosotros la ganas de vivir, como alertando de que ahora dependía de nosotros hacerlo bien. Y así estaba yo; nunca se me había dado bien tratar con responsabilidades que no fueran mías. 

Y así estoy ahora, más perdida de lo que he creído estar nunca, con una mochila llena de 'por si acaso mañana' y un as de corazones en el bolsillo del medio para acordarme de ti, que entre líneas siempre me indicaste el camino que seguir cuando el miedo se aferraba a los pulmones y las bocanadas de aire salían entrecortadas de mi pecho. 
Cariño, nunca se me dio bien despedirme y nunca fui muy convincente cuando decía adiós esperando, sinceramente, que todo (nos) fuera bien, pero sí fui muy sincera... siempre alardeé de ser cruda y fría, de lo cual no sé si ahora me siento muy orgullosa. 
Siento que me conocieras así, lo suficientemente valiente para irme y lo suficientemente cobarde como para quedarme. Pero supongo que en la letra pequeña del contrato pudimos predecir cierto 'riesgo' y aún así, decidimos reírnos del peligro, acomodando nuestra presencia entre esquemas que se habían roto, pero roto para siempre.  

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