Morderme la voz

Tan prudente como dejar los poemas sin versos, tan valiente como para dejar pasar los lunes sin una taza de café solo sobre la mesa. Así es la vida, un millón de cosas por hacer y muy pocas ganas, un montón de suposiciones y muy pocos aciertos, un puñado de amigos que no son ni siquiera conocidos y uno que de vez en cuando hace su función, dos números que al sumarlos dan negativo, un polo opuesto buscando el norte y avanzando hacia el sur, la otra cara de la moneda, los viejos trucos de siempre, el lenguaje en clave y todos esos símbolos que no entiendo, una lista de preguntas con más de una respuesta, un montón de ilusiones, una moción sobre dos personas que tal vez se quieran, una llamada perdida, un par de mensajes a las cuatro de la mañana, una debilidad innata, un 'quiero y no puedo' de alguien que puede pero que, realmente, no quiere, un favor que se quedó pendiente, una promesa que, para variar, no se cumplió; un par de amores perdidos y otro en la cola esperando a ser eliminado, la búsqueda de la cruz del tesoro o de la salida de emergencia, una cruz roja que cierre esta ventana, este capítulo; una manera de entender por qué nos sentimos derrotados cuando todo marcha sobre ruedas, una versión de ti en cualquiera, la decepción de un diente de león que no cumplió ningún deseo, un par de cuchillos arañando tu piel, una huella grabada a fuego ardiente de alguien que no pisó tan fuerte.
Una explicación lo suficientemente fuerte como para entender por qué tan pronto lo blanco se convierte en negro y por qué lo negro tarda tanto en deshacerse.

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