¡NUEVO! «¡Hazte de querer, Valentina!»


Se llamaba Valentina, aunque acostumbraban a llamarla Tina. Era morena, como no podía ser de otra manera, con unos ojos rasgados y negros, negros como el tizón, así como unos mofletes perfectamente redondos y unos labios tremendos. A la derecha de su boca, con timidez, asomaba un hoyuelo realmente sexy, solo uno. No tenía una sonrisa blanca nieve ni unos dientes de aparato, pero sus colmillos asomaban dándole a su sonrisa ese ''algo'' que ninguna otra boca tenía.

Era preciosa, pero una personalidad abrumadora y un miedo brutal a ser descubierta se escondían tras ella. 

Tina había querido hasta perder el Norte y el Sur, confundía Este y Oeste y, lo mejor de todo es, que no parecía importarle. Su primer amor fue una ruina y su primer medio amor la arruinó a ella también. Era sensible y oro a la vez, pero todavía no había encontrado a nadie que supiera tocarla y encontrarla. Cada vez que alguien la dejaba, una parte de ella también se rompía y ella, cómo no, cambiaba. Había cambiado unas cien millones de veces, pero me temo que solo había sido ella misma una vez. Tina no sólo maquillaba su rostro, sino también su personalidad; su esencia permanecía, pero nunca se mostraría como la primera vez que la rompieron, porque os aseguro que lo hicieron. 

Uno de sus grandes secretos era que, cada noche, antes de dormir, recreaba en su mente una historia que le gustaría vivir y el ochenta por ciento de las noches, pensaba en lo mismo y en el mismo. Cabe destacar que uno de los mejores cambios de Tina había tenido lugar en los últimos meses, su espontaneidad y sus logros la habían convertido en alguien realmente interesante y divertida, pero ya pocos sabían cómo se sentía de verdad y puede que uno de los mejores matices del cambio fue haber escondido un poco de sí para dar lugar a un poco de aquello. 

No sé deciros qué le daba más miedo, si no ser buscada o, directamente, no ser encontrada. Había perdido por miedo a perder y se había dejado la piel intentando dejar huella. Ella sintió muchas veces que sus esfuerzos habían sido en vano, pero lo que creo, casi con total seguridad, es que ella dejó abierta la puerta tantas veces que otros se tomaron la libertad de entrar y salir a su antojo, haciendo polvo al tiempo. El día en el que Valentina cerró la puerta, hizo que la seguridad de tocar su corazón, así como de recibir su cariño, quedaran tras un muro de hierro forjado con varias cerraduras. Finalmente, esto provocó que ardiera la Troya de quienes habían quedado marcados por ella.

(Que no fueron pocos.)


2 comentarios:

  1. Muy chulo el relato. Pero da la sensación de que Valentina se ha quedado un poco triste. Prefiero imaginar que en ealgún momento tirará ese muro de hierro y será algo positivo.

    Buena semana.

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