Algunos finales son felices, otros necesarios.

Estoy a favor de los comienzos, aunque estén predestinados a convertirse en finales. Creo que no importa de qué manera acaben y por qué, la única razón a tener en cuenta es que empezaron; fueron como la llama que se transformó en fuego y terminó por apagarse, por cualquier brisa, por pequeña que fuera. A veces un motivo sin peso es lo suficiente pesado para llevárselo todo, para quitarte lo que hasta entonces te había costado tanto mantener. Creo, incluso, que por opcional que sea el sufrimiento, el término inacabado es más llevadero que el fin de por vida o el 'ya nos veremos,' de aquel que no volverá a llamarte. Apuesto que los que se van tuvieron un pequeño momento de su vida en el que no les hubiera importado volver, pero no lo hicieron, el orgullo fue siempre la única barrera de todo arrepentido, ese mismo que se alejó hasta dejar borrar su huella, la que tanto le costó marcar. Agradecido, el que se quedó, abandonó el olvido en un lugar que ya no recuerda, aunque también estuvo muchas noches en vela, echando de más y de menos, aunque siempre más de menos que de más. Pues yo sé que el que añora podría con cualquier barrera, de orgullo o de miedo, porque si quieres, puedes; pero si quieres luchar por quien quieres, puedes por dos.

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