«Quisimos despedirnos de muchas maneras y finalmente, el adiós que no nos dijimos fue el que mejor nos quedó.»

Por primera vez después de muchos meses reflexiono tranquilamente sobre ti y me siento en el mismo lugar donde estuviste la última vez que supe que vendrías. Ya no me duele, es cierto y te aseguro que la certeza de que algún día vuelvas a anteponerte entre mi corazón y mi razón es tan improbable como imposible, aunque prefiero callar porque por desgracia el mundo redondo se tira toda la vida dando vueltas. Llevo meses comprendiendo por qué se llora y ahora, después de todo lo aprendido, se me ha vuelto a olvidar. Sé que fue un invierno horrible pero ya no siento la agonía ni la presión de buscar respuestas a todas mis preguntas, es más, ya no siento la necesidad de buscarte y mucho menos, las ganas de encontrarte. Te recuerdo con el corazón y no con las heridas, que aún siendo muchas, hasta ellas se desgastan. Me molesta que a veces te intercales entre las palabras en forma de cicatriz que ni el tiempo sana, pero qué digo, si el tiempo vale oro y actúa como magia. No me volveré a topar con nadie que se iguale a ti, ni por bueno ni por malo, eres único, únicamente grandioso y doloroso. He dejado de creer que el destino te traerá, he pasado a darle las gracias por llevarte lejos porque sé que allá donde estés estaremos mejor el uno sin el otro. Era triste, ahora sólo es algo más.. otro tanto de vida que se nos va de las manos, un gasto indeterminado de tiempo pensando algo que, finalmente, te ayudó más a ti que a mi. Me alegra no deberte nada, me enorgullece haberte dado hasta lo que no tenía, me sienta bien conocerme un poco más y darme cuenta de lo invencible que soy cuando quiero a alguien que no me quiere a mi.

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