Has pasado de matar a quien me hiciera daño a matarme tú a mí.

Sé que te has ido para siempre y lo sé porque siento que tu despedida ha sido más verdadera que nunca. No me preguntes por qué he aprendido a decirte adiós y a tener la certeza de que jamás volveré a verte venir hacia mí porque no encontraría respuesta para ello. Quizá es que ya no te necesito, quizá es que se me han acabado las ganas de tenerte y, de todo esto, lo que peor llevo es que lo malo no compensa con lo bueno, la balanza de lo que he llorado se ha volcado y en ella me he hundido tantas veces que no estoy por la labor de sentir que me falta el aire ni un solo minuto más. Lo he intentando como nadie nunca lo haría y me siento muy orgullosa de que no me puedan quitar ni la sonrisa de luchadora ni la pena que siento cuando me has arrebatado la poca esperanza que me quedaba de conseguir lo que con tanta ansia he deseado desde hace unos años, a ti. Si se quiere, se puede y se ve que yo ya no quiero contigo, me he cansado de esperar que volvieras a cambiar, de que volvieras a ser quien fuiste cuando me querías de verdad. Me arrepiento de haber pasado tantas horas frente al reloj a la espera de tu llegada o de algo tan simple como uno de tus enfados.. aunque a decir verdad, lo que siempre he esperado ha sido un 'lo siento,' una disculpa que sé que jamás llegará por muy mal que llegues a sentirte. El tiempo me ha hecho ver que no necesito a nadie que me amargue la vida porque eso puedo hacerlo sola.. lo que no puedo sola es hacerme feliz y para eso están todos los que me acompañan ahora, los que después de los malos ratos, siguen aquí. Ya vendrá quien tenga que venir y ya se irán los que no tengan intención de estar aquí. No tengo miedo porque ahora puedo ver que tú eras el que provocaba los demonios dentro de mi y ya no están, esta vez al irte no te has llevado mi sonrisa, te los has llevado a ellos y recuerda que con el el paso del tiempo te harán tanto daño como en aquellos meses me hicieron a mi. 

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