El odio que me alivia de que una persona como tú jamás me merecería.

Me pregunto por qué unos días siento tanto y otros días me limito a no sentir nada. Odio los extremos, creo que mucho es demasiado y que nada es muy poco. Creo que es inevitable que haya cosas que estén destinadas a ser y por el contrario, creo que es un imprevisto conseguir cosas que parecía que nunca llegarían a tener su lugar. Tengo quince veranos y los últimos tres años han estado llenos de cambios para bien y sobretodo, los que han dejado huella, los cambios que ni a mal, solamente a horrores. Meses de duras pasadas, experiencias que ni el tiempo se atreve a alejar de mi por miedo a que se apoderen de todo. Te odio, odio que fuiste, que seas y que vayas a ser al igual que yo. Odio el hecho de que tu existencia se acople entre las páginas de mi libro. Odio tu estúpida manera de estar en mi vida por el hecho de que necesitas arruinarla. Te estás cebando con la persona que no debes y algún día te pasará factura, algún día recordarás que hoy me escondo entre canciones y mañana me verás de nuevo. Te arrepentirás porque no hay mal que por bien no venga y ya es hora de que el mal sea tuyo y lo bueno venga a mi. Ni tú ni nadie me derrumba y si me oyes decir que me quiero morir no pienses que eres tú el que me causa la agonía de vivir ni el miedo de seguir con esto. De hecho, siento que sólo te estoy utilizando porque mis palabras son tú y si no hablo del dolor que en su día me causaste mis palabras se desvanecen. Esa es la manera que tenemos de recrear ese 'nosotros' que antes me desnudaba el alma. Tu inseguridad te obliga a hacerme llorar, a hacerme rabiar y a hacerme gritar, y mi temor a perder el hilo de palabras que hoy me cosen, obligan a explicar que has sido ese blanco y negro que tanto odio, ese extremo que me ha hecho tanto daño cómo hoy, día en el que me planteo eliminarte por no querer volver a verte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario