Las mujeres son fuertes, fuertes sin excepción.

Vale, no te lo voy a negar, estoy bien. Quiero decir que he llegado a estar mejor que cuando tú estabas aquí. Libre de acusaciones, libre de discusiones, libre de llantos, libre de cargos. Es complicado porque no sé en qué momento de la historia empezaste a significar tan poco. Comienza una etapa de mi vida totalmente diferente y esto es porque ni estoy como al principio ni como hace unos meses. Cómo explicar que también me duele sentir que te olvido y que ya se queda atrás todo lo he sentido. Lo he conseguido, por fin he logrado salir de toda esa monotonía. Ahora tengo miedo de que vuelvas y me rompas los esquemas como habitualmente has hecho, pero más miedo me da que haya otra persona dispuesta a ser un poco de ti y a utilizar un poco de tus daños para conseguir mi fracaso de nuevo. Me ha costado un trozo horrible de mi vida dejarte ir y aún así no tengo muy claro que quiera que te vayas para siempre, aunque ya es hora, ya es hora de decirle adiós a todas las palabras que me apuñalaron nada más salir de tu boca, por no hablar de los hechos, que hundieron las pocas ganas que me quedaban de seguir luchando. Y al mismo tiempo que doy lugar a tu despedida procedo a realizar una bienvenida, una de esas que vienen pegando fuerte, que arrastran y te colocan en el inicio de todo, el principio de cuando quieres amar, de cuando lo necesitas, o más bien, de cuando te niegas a hacerlo. El leve suspiro que recorre tu cuerpo arriba y abajo, el miedo, la inseguridad a mostrar quién eres, los nervios a que salga mal por no saber de qué hablar. Lo de siempre, que viene de serie con cada mariposa recién llegada, como si empezar a querer fuera primavera. Será que dejar de amar a quien amaste siempre es más fácil de lo que creí y más difícil de lo que me hicieron creer.

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