Supongo que el amor me escogió y simplemente me dejé llevar.

Gastaría un momento de esta sucia vida en limpiar tu puro recuerdo y recordar lo efímera que resultó tu presencia para la larga duración que prometiste. Recordar que no hubo nadie más inquieto que yo esperando tu llegada, alargando el momento de tu ida, para que te fueras. Diciendo, digo que pudiste decirme antes que dejaste de quererme, ahorrar dolor, rehacer de un modo más fácil esta vida la cual nos mantuvo presos dentro de una relación agonizante entre duros meses de pasadas, iras y rencor, aburrimiento por tu parte, sufrimiento comúnmente repartido entre cada una de las horas que componían la intensidad de mis días. Quisiste irte y sentí perder, una oleada de sentimientos que parecieron irse contigo me despertaban cada día en la angustia de saber que sería para siempre, hasta un día comprender que más que perder pude ganar, no sé el que, pero la oportunidad de darme a conocer la vida desde otro de los giros que allá me disponía a dar, a marearme, a saltar, correr y no verte, superarte, lograrlo, salir vencedora de todo este recuerdo que más tarde sería olvidado y parte de tu inconsciente consistiría en recordarme sin venir a caso, comparar que hubo más magia que espera aunque larga pareciera, hubo fuego, y de entre tanto que me quemé, amor tuve, ya no solo te quise, me quise por lo dos. 

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