Enséñame que no hay dolor sin alegría.

Tu mirada pequeño, tu mirada es la que duele y se me clava en el alma. Aquellos ojos apuntando en mi ponen alerta aquel corazón indefenso que vive dentro de la persona que yo soy ahora. Fría, como la noche más oscura de todo el invierno, la que ya no dice nada, la que permanece callada, sin luz. No puedo decirte que sigo mi vida, porque realmente me has quitado las ganas de seguir, de poder con todo, me has quitado las ganas de mi, de quererme, de querer que vuelvas y aún así, puede que algo de mi te esté esperando. 

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