A todas las personas que me ofrecieron tranquilidad cuando mi mente era una preocupación permanente.

Por todas aquellas personas que han estado escuchándome, día sí y día también, sin quejas, sin evitarme, por todas las que han estado apoyándome, sujetándome para que no me hundiera. Esas que me han echo olvidarme de todo al menos un segundo, un instante. Quien me ha echo reír. Esto va por quien me ha ayudado, contándome todo lo que sabía, quien me ha aconsejado en todo momento, quien me ha dicho la verdad aunque realmente me hiciera daño, y sobre todo, a toda aquella persona que se ha comportado como una verdadera amiga. Os debo la vida, por haberme servido de apoyo durante todo este tiempo, por haberme echo feliz en momentos en los que las lágrimas asomaban por mis ojos. Agradecer a esa persona que me hizo ver las cosas desde un punto positivo, a esa persona que lloró por verme así, a esa otra que me comprendió mejor que nadie, a todas y cada una de las personas que habéis estado a mi lado. Y estoy segura, que si estás leyendo esto, sabes perfectamente si me refiero a ti o no. Por ello, a quien se lo merezca y de todo corazón le digo que, ¡GRACIAS!