Nunca eches de menos alguien, si no sabes con certeza, que se ha ido.


Un tren avanza, la ansiedad llega hasta tus pensamientos y te hacen correr detrás. Avanza ligero y seguro, y tu, ahogada el lágrimas, das tu vida por llegar antes de que se haya ido. Corres, lloras..y corres más fuerte, lloras más lágrimas..está lloviendo también. Las gotas de agua te golpean y te hacen daño, tu pelo recae sobre tus hombros, ya mojado, como el resto de tu cuerpo. La lluvia te hace tropezar, caes, rodillas al suelo y aún la pena de encontrarte perdida, y ahora que ya se ha ido, sola, se apodera de ti. Pronto algo te eriza la piel. Dejas de sollozar y cierras los ojos. No sabes por qué, pero notas las caricias, del aire quizás. Oyes algo, tal vez una respiración.. o el susurro del invierno. Te giras y de nuevo, las lágrimas corren por tus mejillas y se pierden al llegar a tu boca. Su sonrisa, él está ahí. Y es como si hubiera conseguido pararlo y no precisamente al tren. Tu corazón ha quedado parado, tal vez hechizado. Que más da, si él está ahí. Ya puedes morir tranquila sobre sus brazos. Ya puedes fundir tu cuerpo mojado con el suyo y sonreír. Pues ya sabes lo que dicen, la esperanza es lo último que se pierde.

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