Érase

Érase una vez.
Aunque no fuese una,
sino más.

Érase tú,
una tarde de invierno
sin más abrigo
que mi risa.

Érase yo,
llamándote hogar,
abriéndote las puertas de casa.

Érase un verano,
yo más fría que en pleno enero,
ardiendo a fuego lento
por amor.

Érase.
Porque ya no.

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