Fui por ti y fracasé.
Apaciguo mi ansia por ser mejor, cierro los ojos al futuro por el que estoy luchando, necesito un mérito, un logro que dejo aparcado para el próximo año porque quizá ya es demasiado tarde. Me has hecho daño, lo siento por ti, por mi y por todos lo que han tenido que soportar mis caras largas día a día, por los que han tenido que oír tu nombre rechinar una y otra vez en mis dientes. Créeme que más lo siento yo, que nunca fui así... yo que nunca solía citar la nostalgia en mis palabras y ahora que siempre se la nota presente. Necesito sorprender, ser apreciada como antes, como alguien que si quería, podía. Hace tiempo que no puedo, por más que le eche ganas, me siento incapaz, me siento débil. Siempre fui frágil, pero nunca mi exterior se cubrió de delicadas lágrimas, cristalinas, traslúcidas, ya no sé si eran dulces, quizá amargas, pues tan pronto me producían dolor como sentía un gran placer y unas grandiosas ganas por deshacerme de ellas. Reconozco que la labor de forjar una nueva sonrisa tan poderosa como antes se la cedí al tiempo. Esta fase de mi vida, construida de minutos que se convertían en horas sin hacer nada, cambió, paulatinamente, pero logré vivir de nuevo, cierto es que había días que me limitaba a respirar y por ser un movimiento involuntario. Deambulé demasiado durante demasiados días, aproximadamente unos tres meses, en los que de una forma pausada, todo iba recobrando el sentido y poco a poco mi vida volvía a la normalidad. Sucede que vienes y vas, como una tormenta de verano... en la vida de nadie pero sí en la mía y por ello, tú mismo te encargaste de romper trabajo de duros meses, volviste ayer y hoy ya te has ido. Retorno mi vida simplemente para restablecer mi existencia, mis llantos y mis risas, para construir una nueva capa protectora y sólo con el fin de que la vuelvas a romper la próxima vez que vuelvas.
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