(FINAL) Cuarta parte: «Ella no estará».
Después de que la vida me pusiera en el camino varios errores, dejó paso a uno de los pocos aciertos por los que mereció la pena haberme hundido años atrás. No voy a mentir diciendo que no pensaba en ella cuando los cordones de mi sudadera estaban desnivelados, una de entre tantas cosas, pero había sacado tanto de aquello, había aprendido tanto que, una vez con las lecciones a cuestas, la dejé ir sin temor a que no volviera nunca. Al fin y al cabo, nadie podía negar que yo la había querido como mejor había sabido. Lo que yo no sabía es que ella volvería, aparecería en mi vida rogando un poco de mi atención y paciencia. Ella creyó que yo estaría siempre y, durante unos años de mi vida, yo lo creí también. Sé cuánto le dolió no poder encontrar al que juró que esperaría. Ella nunca se fue porque no me quisiera, ella se fue porque no podía quedarse y por eso es que aguardé con cautela. Por eso fue que yo siempre supe que se iría. Por esto es que hoy escribo, porque mi gran aciert