Hasta que sea demasiado tarde.
-¿Entonces? -Entonces ella se fue marcando de forma irreparable el resto de mi vida. Yo nunca la había querido, sólo añoraba la forma en la que ella hacía señales de humo para llamar mi atención, extrañaba su rara manía de ser el centro de todos mis sentidos, indiferente al resto. Posiblemente todos sus esfuerzos por ser mía fueron en vano, es probable que algún día yo acudiera a su casa como si me faltara parte de la respiración en cada uno de los pasos que iba dando, pero nunca le di demasiada importancia. Posiblemente dio tanto de sí por formar parte de mi que nunca quise hacerle un hueco. Posiblemente era tan buena y sumisa a todo lo que yo le decía que me cansé. Y es verdad que la besé unas mil millones de veces, que en cada uno de sus abrazos reconstruía todo mi cuerpo y curaba todos y cada uno de los daños hasta entonces; que me desaté viéndola entrar con aquel vestido negro ceñido puesto por primera vez en su vida, es más, creo recordar que de esa noche lo único que recuer