«El principio del fin».
Siete y media de la mañana. Un día más, un día menos. Has perdido la cuenta de cuántos sueños adorados por tu conciencia se han esfumado al despertar. Apenas recuerdas cómo hace cuatro años sonreías al levantarte y optimizabas un nuevo día. Poco a poco los días son más negros y las horas pesan más. Sé por qué razón me encantaba abandonar todos aquellos sueños inertes en mi cabeza y también sé por qué, hace ya demasiado tiempo, dejé de tener un motivo y preferí tener sueño a tener sueños. La vida se complica a medida que avanzan las horas y aparto poco a poco la inocencia de mi ser, aún inconsciente porque nunca quise hacerlo. Adopto la postura de que será un día más y, a pesar, de que mis intentos por hacer que todo cambie son en vano, sigo dando de mi lo mejor que puede dar una persona aniquilada por la rutina. No quiero ver lo que mi corazón no quiere sentir, prefiero ser ciega ante la realidad de que una persona confundida es incapaz de elegir algo si el mundo que la rodea se esf